En mi cumpleaños hice lo que quería hacer.
1-Sola con mi esposo.
2-Un buen desayuno (no hecho por mi).
3-Playa, mar, agua salada, barco, silencio mental.
4-Sola con mi esposo.
Gracias mami por cuidarme a los niños.
Gracias mi esposo divino por llevarme a desayunar tan rico, hacerme reir, manejar el bote todo el dia y salvarnos el bolsillo.
Salimos en el barco con tormenta a la vista. El agua del mar caliente como una sopa.
Se fue la tormenta. Navegamos alrededor de Fisher Island. Atracamos en el banco de arena de Key Biscayne. Nadamos, refrescamos.
No contesté el telefono, mi espiritu me pedia silencio.
Navegamos de vuelta, se nos paró el barco a cinco minutos de la casa. Llamamos al remolcador, el cual nos explico amablemente que el costo del remolque sería de $750.
Cancelada la idea del remolcador. Me ofrezco a nadar remolcando el bote, aunque llegue al otro día. Agarro una revistilla y leo, esperando una solución divina. El barco a la deriva en la mitad de Biscayne Bay.
Mi esposo encuentra el daño. No hay herramientas. Agarra un snorkel y a lo MacGyver arregla el problema y navegamos despacio hasta la casa.
Vamos por los niños. Nos comemos una deliciosa sopa de plátano.
Regresamos a la casa. Me acuesto en mi lado de la cama.
Siento la piel caliente y reseca de tanto sol y agua de mar.
Empiezan los 34.
Las herramientas que nos ahorraron un dineral.
1 comentario:
Menos mal que pudiste contar la historia amiga!! jaja imagino la libertad que habrás sentido cuando estaban como náufragos viendo aquel mundo lejano y material. El ingenio de tu esposo los salvó, valioso don!
Publicar un comentario